sábado, 30 de agosto de 2008

EL VUELO DEL HALCÓN

Mayte

Un rey recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara.
Unos meses después, el maestro le informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente pero que al otro no sabía que le sucedía pues no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día en que llegó.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar el ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Al día siguiente por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón.
A la mañana siguiente, vio al ave volando ágilmente por los jardines. El rey, sorprendido, pidió a su corte que le trajeran al autor de ese milagro. De esa manera, trajeron frente al monarca a un humilde campesino.
El rey le preguntó:
- ¿Tú hiciste volar al halcón?... ¿Cómo lo hiciste?... ¿Eres mago?
Intimidado el campesino le dijo al rey:
- Fue fácil mi rey, sólo corté la rama, y el halcón voló, se dio cuenta que tenía alas y se largó a volar.
¿Sabes que tienes alas?
¿Sabes que puedes volar?
¿A qué te estás agarrando?
¿De qué no te puedes soltar?
¿Qué esta esperando para volar?

LA TRISTEZA Y LA FURIA

Alberto Pancorbo
En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta. En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas...
Había una vez un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque. La furia, apurada, como siempre esta la furia, urgida, sin saber por qué, se bañó rápidamente y mas rápidamente aún, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro, o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo, con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.

Jorge Bucay

NO TE RINDAS

New Moon Eclipsed -Rob Gonsalves-

Cuando las cosas vayan mal como a veces pasa.Cuando el camino parezca cuesta arriba.Cuando tus recursos disminuyan y tus deudas suban.Y al querer sonreir, tal vez suspiras.Cuando tus preocupaciones te tengan agobiado,descansa si te urge, pero no te rindas.La vida es rara con sus vueltas y tumbos,como todos muchas veces comprobamos.Y muchos fracasos suelen acontecer,aun pudiendo vencer de haber perseverado.Asi es que no te rindas aunque el paso sea lento.El triunfo es el fracaso al reves; es el matiz plateado de esa nube incierta que no te deja ver su cercania...aun estando bien cerca!Por eso, decidete a luchar sin duda.Porque en verdad, cuando todo empeora, el que es valiente, no se rinde, lucha!

EL CABALLERO SIR GALAHAD

Loly Criado Plaza

Esta historia nos lleva a la época del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda, tiempo de hechicería y castillos de puentes levadizos, tiempo de intrigas y batallas heroicas, tiempo de dragones mágicos que arrojan fuego por la boca y de paladines de honor y valor ilimitados.
El rey Arturo había enfermado. En tan solo dos semanas su debilidad lo había postrado en su cama y ya casi no comía. Todos los médicos de la corte fueron llamados para curar al monarca pero nadie había podido diagnosticar su mal. Pese a todos los cuidados, el buen rey empeoraba.Una mañana, mientras los sirvientes aireaban la habitación donde el rey yacía dormido, uno de ellos le dijo a otro con tristeza:—Morirá…En el cuarto estaba Sir Galahad, el más heroico y apuesto de los caballeros de la mesa redonda y el compañero de las grandes lides de Arturo.Galahad escuchó el comentario del sirviente y se puso de pie como un rayo, tomó al sirviente de las ropas y le gritó:—Jamás vuelvas a repetir esa palabra, ¿entiendes? El rey vivirá, el rey se recuperará…. Solo necesitamos encontrar al médico que conozca su mal, ¿oíste?El sirviente, temblando, se animó a contestar:—Lo que pasa, Sir, es que Arturo no está enfermo, está embrujado.Eran épocas donde la magia era tan lógica y natural como la ley de gravedad.—¿Por qué dices eso, maldición! —preguntó Galahad.
—Tengo muchos años, mi señor, y he visto decenas de hombres y mujeres en esta situación, solamente uno de ellos ha sobrevivido.—Eso quiere decir que existe una posibilidad… Dime cómo lo hizo ése, el que escapó de la muerte.—Se trata de conseguir un brujo más poderoso que el que realizó el conjuro; si eso no se hace, el hechizado muere.—Debe haber en el reino un hechicero poderoso —dijo Galahad—, pero si no está en el reino lo iré a buscar del otro lado del mar y lo traeré.—Que yo sepa hay solamente dos personas tan poderosas como para curar a Arturo, Sir Galahad; uno es Merlín, que aún en el caso de que se enterara tardaría dos semanas en venir y no creo que nuestro rey pueda soportar tanto.—¿Y la otra?El viejo sirviente bajó la cabeza moviéndola de un lado a otro negativamente.—La otra es la bruja de la montaña… Pero aun cuando alguien fuera suficientemente valiente para ir a buscarla, lo cual dudo, ella jamás vendría a curar al rey que la expulsó del palacio hace tantos años.La fama de la bruja era realmente siniestra. Se sabía que era capaz de transformar en su esclavo al más bravo guerrero con solo mirarlo a los ojos; se decía que con solo tocarla se le helaba a uno la sangre en las venas; se contaba que hervía a la gente en aceite para comerse su corazón.Pero Arturo era el mejor amigo que Galahad tenía en su vida, había batallado a su lado cientos de veces, había escuchado sus penas más banales y las más profundas. No había riesgo que él no corriera por salvar a su soberano, a su amigo y a la mejor persona que había conocido.Galahad calzó su armadura y montando su caballo se dirigió a la montaña Negra donde estaba la cueva de la bruja.Apenas cruzó el río, notó que el cielo empezaba a oscurecerse. Nubes opacas y densas perecían ancladas al pie de la montaña. Al llegar a la cueva, la noche parecía haber caído en pleno día.Galahad desmontó y caminó hacia el agujero en la piedra. Verdaderamente, el frío sobrenatural que salía de la gruta y el olor fétido que emanaba del interior lo obligaron a replantear su empresa, pero el caballero resistió y siguió avanzando por el piso encharcado y el lúgubre túnel. De vez en cuando, el aleteo de un murciélago lo llevaba a cubrirse instintivamente la cara.A quince minutos de marcha, el túnel se abría en una enorme caverna impregnada de un olor acre y de una luz amarillenta generada por cientos de velas encendidas. En el centro, revolviendo una olla humeante, estaba la bruja.Era una típica bruja de cuento, tal y como se la había descripto su abuela en aquellas historias de terror que le contaba en su infancia para dormir y que lo desvelaban fantaseando la lucha contra el mal que emprendería cuando tuviera edad para ser caballero de la corte.Allí estaba, encorvada, vestida de negro, con las manos alargadas y huesudas terminadas en larguísimas uñas que parecían garras, los ojos pequeños, la nariz ganchuda, el mentón prominente y la actitud que encarnaba el espanto.Apenas Galahad entró, sin siquiera mirarlo la bruja le gritó:—¡Vete antes de que te convierta en un sapo o en algo peor!—Es que he venido a buscarte —dijo Galahad—, necesito ayuda para mi amigo que está muy enfermo.—Je… je… je… —rió la bruja—. El rey está embrujado y a pesar de que no he sido yo quien ha hecho el conjuro, nada hay que puedas hacer para evitar su muerte.—Pero tú… tú eres más poderosa que quien hizo el conjuro. Tú podrías salvarlo —argumentó Galahad.—¿Por qué haría yo tal cosa? —preguntó la bruja recordando con resentimiento el desprecio del rey.—Por lo que pidas —dijo Galahad—, me ocuparé personalmente de que se te pague el precio que exijas.La bruja miró al caballero. Era ciertamente extraño tener a semejante personaje en su cueva pidiéndole ayuda. Aun a la luz de las velas Galahad era increíblemente apuesto, lo cual sumado a su porte lo convertía en una imagen de la gallardía y la belleza.La bruja lo miró de reojo y anunció:—El precio es este: si curo al rey y solamente si lo curo….—Lo que pidas… —dijo Galahad.—¡Quiero que te cases conmigo!Galahad se estremeció. No concebía pasar el resto de sus días conviviendo con la bruja, y sin embargo, era la vida de Arturo. Cuántas veces su amigo había salvado la suya durante una batalla. Le debía no una, sino cien vidas… Además, el reino necesitaba de Arturo.—Sea —dijo el caballero—, si curas a Arturo te desposaré, te doy mi palabra. Pero por favor, apúrate, temo llegar al castillo y que sea tarde para salvarlo.En silencio, la bruja tomó una maleta, puso unos cuantos polvos y brebajes en su interior, recogió una bolsa de cuero llena de extraños ingredientes y se dirigió al exterior, seguida por Galahad.
Al llegar afuera, Sir Galahad trajo su caballo y con el cuidado con que se trata a una reina ayudó a la bruja a montar en la grupa. Montó a su vez y empezó a galopar hacia el castillo real.Una vez en el castillo, gritó al guardia para que bajara el puente, y éste con reticencia lo hizo.Franqueado por la gente de aquella fotrtaleza que murmuraba sin poder creer lo que veía o se apartaba para no cruzar su mirada con la horrible mujer, Galahad llegó a la puerta de acceso a las habitaciones reales.Con la mano impidió que la bruja se bajara por sus propios medios y se apuró a darle el brazo para ayudarla. Ella se sorprendió y lo miró casi con sarcasmo.—Si es que vas a ser mi esposa —le dijo— es bueno que seas tratada como tal.Apoyada en el brazo de él, la bruja entró en la recámara real. El rey había empeorado desde la partida de Galahad; ya no despertaba ni se alimentaba.Galahad mandó a todos a abandonar la habitación. El médico personal del rey pidió permanecer y Galahad consintió.La bruja se acercó al cuerpo de Arturo, lo olió, dijo algunas palabras extrañas y luego preparó un brebaje de un desagradable color verde que mezcló con un junco. Cuando intentó darle a beber el líquido al enfermo, el médico le tomó la mano con dureza.—No —dijo—. Yo soy el médico y no confío en brujerías. Fuera de…Y seguramente habría continuado diciendo “…de este castillo”, pero no llegó a hacerlo; Galahad estaba a su lado con la espada cerca del cuello del médico y la mirada furiosa.—No toques a esta mujer —dijo Galahad—; y el que se va eres tú… ¡Ahora! —gritó.El médico huyó asustado. La bruja acercó la botella a los labios del rey y dejó caer el contenido en su boca.—¿Y ahora? —preguntó Galahad.—Ahora hay que esperar —dijo la bruja.Ya en la noche, Galahad se quitó la capa y armó con ella un pequeño lecho a los pies de la cama del rey. Él se quedaría en la puerta de acceso cuidando de ambos.
A la mañana siguiente, por primera vez en muchos días, el rey despertó.—¡Comida! —gritó— Quiero comer…Tengo mucha hambre.—Buenos días majestad —saludó Galahad con una sonrisa, mientras hacía sonar la campanilla para llamar a la servidumbre.—Mi querido amigo —dijo el rey—, siento tanta hambre como si no hubiese comido en semanas.—No comiste en semanas —le confirmó Galahad.En eso, a los pies de su cama apareció la imagen de la bruja mirándolo con una mueca que seguramente reemplazaba en ese rostro a la sonrisa. Arturo creyó que era una alucinación. Cerró los ojos y se los refregó hasta comprobar que, en efecto, la bruja estaba allí, en su propio cuarto.—Te he dicho cientos de veces que no quería verte cerca de palacio. ¡Fuera de aquí! —ordenó el rey.—Perdón majestad —dijo Galahad—, debes saber que si la echas me estás echando también a mí. Es tu privilegio echarnos a ambos, pero si se va ella me voy yo.—¿Te has vuelto loco? —preguntó Arturo— ¿Adónde irías tú con este monstruo infame?—Cuidado alteza, estás hablando de mi futura esposa.—¿Qué? ¿Tu futura esposa? Yo he querido presentarte a las jóvenes casaderas de las mejores familias del reino, a las princesas más codiciadas de la región, a las mujeres más hermosas del mundo, y las has rechazado a todas. ¿Cómo vas ahora a casarte con ella?La bruja se arregló burlonamente el pelo y dijo:—Es el precio que ha pagado para que yo te cure.—¡No! —gritó el rey— Me opongo. No permitiré esta locura. Prefiero morir.—Está hecho, majestad —dijo Galahad.—Te prohibo que te cases con ella —ordenó Arturo.—Majestad —contestó Galahad—, existe solo una cosa en el mundo más importante para mí que una orden tuya, y es mi palabra. Yo hice un juramento y me propongo cumplirlo. Si tú te murieses mañana, habría dos eventos en un mismo día.El rey comprendió que no podía hacer nada para proteger a su amigo de su juramento.—Nunca podré pagar tu sacrificio por mí, Galahad, eres más noble aún de lo que siempre supe. —El rey se acercó a Galahad y lo abrazó—. Dime aunque sea qué puedo hacer por ti.A la mañana siguiente, a pedido del caballero, en la capilla del palacio el sacerdote casó a la pareja con la única presencia de su majestad el rey. Al final de la ceremonia, Arturo entregó a Sir Galahad su bendición y un pergamino en el que cedía a la pareja los terrenos del otro lado del río y la cabaña en lo alto del monte.Cuando salieron de la capilla, la plaza central estaba inusualmente desierta; nadie quería festejar ni asistir a esa boda; los corrillos del pueblo hablaban de brujerías, de hechizos trasladados, de locura y de posesión…
Galahad condujo el carruaje por los ahora desiertos caminos en dirección al río y de allí por el camino alto hacia el monte.Al llegar, bajó presuroso y tomando a su esposa amorosamente por la cintura la ayudó a bajar del carro. Le dijo que guardaría los caballos y la invitó a pasar a su nueva casa.Galahad se demoró un poco más porque prefirió contemplar la puesta del sol hasta que la línea roja terminó de desaparecer en el horizonte. Recién entonces Sir Galahad tomó aire y entró.El fuego del hogar estaba encendido y, frente a él, una figura desconocida estaba de pie, de espaldas a la puerta. Era la silueta de una mujer vestida en gasas blancas semitransparentes que dejaban adivinar las curvas de un cuerpo cuidado y atractivo.Galahad miró a su alrededor buscando a la mujer que había entrado unos minutos antes, pero no la vio.—¿Dónde está mi esposa? —preguntó.La mujer giró y Galahad sintió su corazón casi salírsele del pecho. Era la más hermosa mujer que había visto jamás. Alta, de tez blanca, ojos claros, largos cabellos rubios y un rostro sensual y tierno a la vez. El caballero pensó que se habría enamorado de aquella mujer en otras circunstancias.—¿Donde está mi esposa? —repitió, ahora un poco más enérgico.La mujer se acercó un poco y en un susurro le dijo:—Tu esposa, querido Galahad, soy yo.—No me engañas, yo sé con quién me casé —dijo Galahad— y no se parece a ti en lo más mínimo.—Has sido tan amable conmigo, querido Galahad, has sido cuidadoso y gentil conmigo aun cuando sentías que aborrecías mi aspecto, me has defendido y respetado tanto como nadie lo hizo nunca, que te creo merecedor de esta sorpresa… La mitad del tiempo que estemos juntos tendré este aspecto que ves, y la otra mitad del tiempo, el aspecto con el que me conociste… —la mujer hizo una pausa y cruzó su mirada con la de Sir Galahad—. Y como eres mi esposo, mi amado y maravilloso esposo, es tu privilegio tomar esta decisión: ¿Qué prefieres, esposo mío? ¿Quieres que sea ésta de día y la otra de noche o la otra de día y ésta de noche?
Dentro del caballero el tiempo se detuvo. Este regalo del cielo era más de lo que nunca había soñado. Él se había resignado a su destino por amor a su amigo Arturo y allí estaba ahora pudiendo elegir su futura vida. ¿Debía pedirle a su esposa que fuera la hermosa de día para pasearse ufanamente por el pueblo siendo la envidia de todos y padecer en silencio y soledad la angustia de sus noches con la bruja? ¿O más bien debía tolerar las burlas y desprecios de todos los que lo vieran del brazo con la bruja y consolarse sabiendo que cuando anocheciera tendría para él solo el placer celestial de la companía de esta hermosa mujer de la cual ya se había enamorado?Sir Galahad, el noble Sir Galahad, pensó y pensó y pensó, hasta que levantó la cabeza y habló:—Ya que eres mi esposa, mi amada y elegida esposa, te pido que seas… la que tú quieras ser en cada momento de cada día de nuestra vida juntos…
Cuenta la leyenda que cuando ella escuchó esto y se dio cuenta de que podía elegir por sí misma ser quien ella quisiera, decidió ser todo el tiempo la más hermosa de las mujeres.
Cuentan que desde entonces, cada vez que nos encontramos con alguien que, con el corazón entre las manos, nos autoriza a ser quienes somos, invariablemente nos transformamos.

Cuentos Para Pensar -JORGE BUCAY-

ES HORA DE CAMBIAR

Mayte

Tal vez no sepas explicar bien que te ocurre, pero algo en tu interior te está enviando un mensaje. Lo presientes pero al mismo tiempo lo niegas, porque te da cierto temor. Sin embargo, hay señales que te marcan lo que inexorablemente necesitas: un cambio.

No lo esperabas, pero el destino mismo coloca delante de ti un desafío, una prueba. La vida te invita a dar nuevos pasos, por otros caminos. Percibes una tentación hacia lo desconocido. No temas, posees el coraje necesario para atreverte a cambiar de rumbo.

Claro que no es sencillo, tenías el hábito de hacer ciertas cosas siempre de la misma manera. Quizá pienses que necesitas más tiempo para tomar la decisión, que no es el momento oportuno, que aún no se dan todas las condiciones… Sin embargo, la gestación del cambio ya se ha iniciado. No lo postergues más. El día para comenzar es hoy.

Aferrarnos a lo desconocido, a lo habitual y rutinario, nos da cierta seguridad, pero a veces puede volverse un poco aburrido. Todo se renueva día a día. ¿Has advertido que ningún amanecer es igual al anterior?

Comienza por cambiar tu visión y el modo en que percibes y reflejas el mundo y, al poco tiempo, notarás la diferencia: habrás logrado modificar no solo tú interior, sino tu entorno. Todo se beneficiará a tu alrededor. Es un buen principio.

Nuestra propia renuencia al cambio puede provocarnos en algún momento una sensación de hastío con la que no es bueno convivir. Y una vez que llega, la única solución es combatirla, porque difícilmente ese hastío se vaya solo.

Cada uno de nosotros puede hacer algo para que no se instale en nuestra existencia.

Si te mantienes siempre en movimiento y haces nuevos planes evitarás que tu vida caiga en la rutina y en la quietud.

Puedes luchar contra la rutina con optimismo, creatividad y perseverancia. Una vez que el impulso de cambiar ha surgido en ti debes recurrir a toda tu fuerza y experiencia, para no claudicar, para no dejarte vencer, para seguir por el nuevo camino a pesar de las dificultades. Tal vez produzcas mucha adrenalina en esta emocionante aventura de renovar tu vida, pero verás que esto es muy gratificante.

Quizás creas que has perdido el último tren que podría conducirte a esa situación o ese estado que anhelas. Quizás sientas que tu tiempo para hacer algo nuevo ya ha pasado. Pero no es así: la capacidad para cambiar no se pierde jamás, ni siquiera con los años. Nunca es tarde para darle un giro a tu vida, incluso, si ese giro es de 180 grados y deseas comenzar todo de cero.

Lo que nos diferencia del resto de las criaturas es la facultad de elegir, de decidir, de abrazar otras causas y de redefinirnos mediante nuestra voluntad.

Podemos recrearnos o reconstruirnos a partir de nuestras antiguas normas o romper con todo lo precedente y renacer originales, distintos, irreconocibles y, como un niño, jugar a ser otros a pesar de seguir siendo nosotros mismos.

Diseña tu vida según el modelo que quieras lograr, como un artista que crea ante la tela en blanco o trabaja sus materiales sin forma para transformarlos luego en una figura. Puedes recrearte a tu gusto, hasta quedar por completo, conforme con lo que eres y con la vida que has elegido.

Habrá una lucha en tu interior. Motivos que te hagan dudar, temores, incertidumbres. No te detengas, existe la promesa de algo excelente para ti en algún lugar de este mundo. Tú puedes alcanzarlo y te lo mereces. Confía en ti mismo y confía en que Dios te ayudará.

No lo dudes, si no te quedas inmóvil, una vez que te quedas en marcha, ya nada permanecerá igual. Si has tomado esta decisión es porque hay cosas que te satisfacen, que te enfrentan con la frustración y porque deseas vivir mejor de lo que vives. Medita unos instantes y analiza qué necesitas para lograrlo. Una vez que lo descubras, sin perder un minuto más, sal a buscarlo. Hay otros que también, como tu, están cambiando. Verás que este impulso te produce casi de inmediato una sensación de libertad.

Dentro de esa libertad está el propio fluir de la vida, una manera natural en que las cosas se encaminan y te van llevando, como la corriente de las aguas, a la desembocadura del lago más grande, más extenso que el pasado. Hay momentos para planificar y controlar, pero hay otros para improvisar y dejar que la vida nos sorprenda, ver qué tiene preparado para nosotros. Abandónate de vez en cuando y déjate llevar por esa corriente sabia y natural.

Los cambios positivos resultan siempre una evolución, ascender a otra instancia, progresar. A veces no nos damos cuenta de esto en el momento en que llegan y nos aferramos, con obstinación, a ciertas situaciones. Pero, si cuando nos ocurre algo distinto, evitamos estancarnos, logramos aprender y tenemos más oportunidades al alcance de la mano.

Las personas que te conocen creen saber cómo responderás o cómo reaccionarás ante determinadas situaciones. Tú mismo debes haber pensado alguna vez que ya no tenías secretos para nadie, que los demás ya habían descubierto cómo eres y sabían qué esperar de tu forma de ser. En cierto modo esto te hace vulnerable.

Nada de esto constituye una verdad irrevocable. Comienza por sorprender a todos con una pequeña actitud, una respuesta o un cambio de vestuario que llame su atención. Demuéstrale al mundo que puedes modificar una manera de ser rígida que no te conviene. Ponte a prueba. Atrévete a lograr que los demás reparen en ti y murmuren sobre tus cambios. Verás que gratificante es, como aumenta tu autoestima y tu seguridad para animarte a cambiar aún más.

Tus cambios provocarán cierto revuelo en tu vida cotidiana y en la relación de las personas que te rodean: pareja, familia, amigos, compañeros de trabajo. Esto ocurre porque frecuentemente todo lo nuevo aparenta ser, al comienzo, muy extraño aunque signifique un enriquecimiento que te abrirá nuevas puertas y nuevas relaciones. Ten paciencia para esperar que los demás acepten tu renovación y se adapten. Luego te darán más aliento y energía cuando descubran que es algo necesario y positivo para ti.

Entregarse a la posibilidad de un cambio no implica abandonar todas nuestras singularidades.

Hay cosas que es bueno conservar. Una persona equilibrada posee cualidades inalterables que la han traído hasta este punto de su camino, que han hecho de ella alguien especial y único.

Sé valiente, arriésgate y ten coraje para vivir aventuras y experimentar nuevas sensaciones. Estas vivencias nos hacen crecer y quedan para siempre en nuestros recuerdos. Cuantas más emociones descubras, más insospechadas inquietudes y energías te asaltarán. Y así tu mirada se abrirá a nuevos horizontes, a distintos caminos o lejanos paisajes en el mundo exterior o… en tu mente.

El universo es inmenso e inagotable. Tus posibilidades para cambiar son infinitas.

A veces las personas temen los cambios porque piensan que pueden equivocarse y luego tener que convivir para siempre con sus errores. Pero la vida se renueva constantemente; habrá nuevos problemas pero también nuevas soluciones. Si te equivocas al cambiar algo, podrás salvar el error cambiando una vez más. Nada es definitivo.

Aventúrate en esos mares desconocidos pero ansiados. Acepta los desafíos que representa. Sabes quien eres pero ignoras quien puedes llegar a ser si te lanzas detrás de este sueño, si aprovechas al máximo tus oportunidades y utilizas todos tus recursos interiores. Sal a buscar el sueño; si te quedas en la casa del pasado, nada cambiará por sí solo.

Existe allí fuera un mundo esperado por ti, y puedes encontrarlo hoy mismo, no en un futuro lejano. El hecho simple de una decisión te llevará a él. No postergues más tu felicidad; presta atención a las señales: nunca sabes que nuevas oportunidades te trae cada día. No esperes el milagro: el milagro eres tú. Festeja cada momento, celebra las bendiciones de tu vida y recuerda que si algo te inquieta, te hace sufrir, o no se presenta como deseas, puedes cambiarlo.

No formes parte del público en la obra de tu vida. Has conseguido el papel principal, eres el protagonista. Y, como los actores, eres capaz de cambiar tu rol, pero siempre te encuentras en el centro de la escena. Se encienden las luces, se abre el telón…Sal ahora mismo al escenario. Sin miedo, sin timidez, sin inhibiciones. El teatro caerá rendido a tus pies. Mantén la fe y la calma. Renuévate para vivir mejor y escucharás los aplausos. Son el premio al coraje para quien toma decisiones y se atreve a saltar si red rumbo a sus aspiraciones y a su sueño.

¡ES HORA DE CAMBIAR!


CUANDO ALGUIEN EVOLUCIONA...


LA VIDA

Alberto Pancorbo
La vida no es ningún pasillo recto y fácil
que recorremos libres y sin obstáculos,
sino un laberinto de pasadizos,
en el que tenemos que buscar nuestro camino,
perdidos y confusos,
detenidos de vez en cuando,
por un callejón sin salida.
Pero, si tenemos fe, siempre se abre una puerta ante nosotros,
quizá no sera la que imaginamos,
pero sí será, finalmente,
la que demuestre ser buena para nosotros.


-J. Cronin-