lunes, 17 de noviembre de 2008

EL ELEFANTE ENCADENADO

Rob Gonsalves

Cuando era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de ellos eran los animales. Como a otros – luego lo supe - me llamaba la atención el elefante.
Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Se trataba de un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?.
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a maestros, padres y tíos por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia:
Si está amaestrado... ¿Por qué lo encadenan?. No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta:
"El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño".
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo.
La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Este elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE.
El tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que se siente poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar ni a poner a prueba su fuerza otra vez.
Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.
Vivimos creyendo que un montón de cosas "no podemos" simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos.
Grabamos en nuestro recuerdo: No puedo... No puedo y nunca podré. Muchos de nosotros crecimos portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar. La única manera de saber, es intentar de nuevo poniendo en el intento TODO TU CORAZÓN

Cuentos Para Pensar -Jorge Bucay-

martes, 4 de noviembre de 2008

LA RUTINA

Loly Criado Plaza

Hubo una vez....en la historia del mundo, un día terrible en el que el odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente a todos ellos. Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano, llegaron a esta reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos, habló el Odio y dijo: ¡los he reunido aquí a todos, porque deseo con todas mis fuerzas, matar a alguien.¡Los asistentes no se extrañaron mucho, pues era el Odio el que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien, sin embargo todos se preguntaban entre sí, quién sería tan difícil de matar para que el Odio los necesitara a todos.
¡Quiero que maten al Amor¡, dijo.
Muchos, sonrieron malevolamente pues más de uno le tenía ganas. El primer voluntario fué el Mal Carácter, quien dijo: ¡Yo iré y les aseguro que en un año el Amor habrá muerto. Provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará!. Al cabo de un año, se reunieron otra vez y al escuchar el reporte del Mal Carácter, quedaron muy decepcionados. ¡Lo siento, lo intenté todo, pero cada vez que yo sembraba una discordia, el Amor la superaba y salia adelante. ¡Fué entonces, cuando muy diligente, se ofreció la Ambición que haciendo alarde de su poder dijo: ¡En vista de que El Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorara!.
Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien efectivamente cayó herida pero después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfo de nuevo. Furioso el Odio por el fracaso de la Ambición, envió a los Celos, quienes burlones y perversos inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas.
Pero el Amor confundido lloró, y pensó que no quería morir y con valentía y fortaleza, se impuso sobre ellos y los venció. Año tras año, el Odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros. Envió a la Frialdad, al Egoísmo, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre porque cuando el Amor se sentía desfallecer, tomaba de nuevo fuerzas y todo lo superaba. El Odio convencido de que el Amor era invencible les dijo a los demás: ¡nada que hacer, el Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos!. De pronto, de un rincón del salón, se levanto un sentimiento poco conocido que vestía todo de negro, con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ser visto. Su aspecto era fúnebre como el de la muerte, ¡yo mataré el Amor¡, dijo con seguridad. Todos se preguntaron quien era ese que pretendía hacer solo, lo que ninguno había podido. El Odio dijo, ¡ve y hazlo!. Tan solo había pasado algún tiempo, cuando el Odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles que después de mucho esperar por fin EL AMOR HABÍA MUERTO.
Todos estaban felices pero sorprendidos. Entonces, el sentimiento del sombrero negro hablo: ¡ahí les entrego el Amor totalmente muerto y destrozado!. Y sin decir más se marchó.
¡Espera¡, dijo el Odio, ¡en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo para vivir, quien eres??¡. El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo: ¡SOY... LA RUTINA
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