domingo, 7 de septiembre de 2008

A VECES LA APARIENCIA NO LO ES TODO...

Alberto Pancorbo

John Blanchard se levanto de la banca, aliso su uniforme de marino y analizó a la muchedumbre que hormigueaba en la Gran Estación Central de Nueva York. Buscaba a la chica cuyo corazón conocía, pero cuya cara no haba visto jamas, la chica con una rosa en su solapa.
Su interés en ella haba empezado trece meses antes en una biblioteca de Florida. Al tomar un libro de un estante, se sintió intrigado, no por las palabras del libro, sino por las notas escritas a lápiz en el margen. La suave letra reflejaba un alma pensativa y una mente lucida. En la primera pagina del libro, descubri el nombre de la antigua propietaria del libro, la seorita Hollis Maynell.
Invirtiendo tiempo y esfuerzo, consigui su direccin. Ella viva en la ciudad de Nueva York. Le escribió una carta presentndose e invitándola a cartearse.
Al día siguiente, sin embargo, fue embarcado a ultramar para servir en la Segunda Guerra Mundial. Durante el año y el mes que siguieron, ambos llegaron a conocerse a través de su correspondencia. Cada carta era una semilla que caía en un corazón fértil; un romance comenzaba a nacer.
Blanchard le pidió una fotografía, pero ella se rehuso. Ella pensaba que si él realmente estaba interesado en ella, su apariencia no debía importar.
Cuando finalmente llego el día en que el debía regresar de Europa, ambos fijaron su primera cita a las siete de la noche, en la Gran Estación Central de Nueva York. Ella escribió: "Me reconocerás por la rosa roja que llevaré puesta en la solapa." Así que a las siete en punto, él estaba en la estación, buscando a la chica cuyo corazón amaba, pero cuya cara desconocía.
Dejare que el señor Blanchard relate lo que sucedió después:
"Una joven venía hacia mi, y su figura era larga y delgada. Su cabello rubio caía hacia tras en rizos sobre sus delicadas orejas; sus ojos eran tan azules como flores. Sus labios y su barbilla tenían una firmeza amable y, enfundada en su traje verde claro, era como la primavera encarnada. Comencé a caminar hacia ella, olvidando por completo que debía buscar una rosa roja en su solapa. Al acercarme, una pequeña y provocativa sonrisa curvo sus labios. 'Vas en esa dirección, marinero?' murmuro".
Casi incontrolablemente, di un paso para seguirla y en ese momento vi a Hollis Maynell. "Estaba parada casi detrás de la chica. Era una mujer de más de cuarenta años, con cabello entrecano que asomaba bajo un sombrero gastpies, anchos como sus tobillos, lucían unos zapatos de tacón bajo." "La chica del traje verde se alejaba rápidamente. Me senté como partido en dos, tan vivo era mi deseo de seguirla y, sin embargo, tan profundo era mi anhelo por conocer a la mujer cuyo espíritu me había acompañado tan sinceramente y que se confundía con el mío. Y ah estaba ella. Su faz pálida y regordeta era dulce e inteligente, y sus ojos grises tenían un destello cálido y amable. No dudé más. Mis dedos afianzaron la gastada cubierta de piel azul del pequeño volumen que haría que ella me identificara.
"Esto no sera amor, pero sera algo precioso, algo quizá aun mejor que el amor: una amistad por la cual yo estaba y debía estar siempre agradecido. Me cuadré, saludé y le extendí el libro a la mujer, a pesar de que sentía que, al hablar, me ahogaba la amargura de mi desencanto."
"Soy el teniente John Blanchard, y usted debe ser la señorita Maynell. Estoy muy contento de que pudiera usted acudir a nuestra cita. Puedo invitarla a cenar? La cara de la mujer se ensanchó con una sonrisa tolerante. 'No se de que se trata todo esto, muchacho,' respondió, 'pero la seorita del traje verde que acaba de pasar me suplicó que pusiera esta rosa en la solapa de mi abrigo. Y me pidió que si usted me invitaba a cenar, por favor le dijera que ella lo esta esperando en el restaurante que está cruzando la calle'
No es difícil entender y admirar la sabidura de la señorita Maynell.
La verdadera naturaleza del corazón se descubre en su respuesta a lo que no es atractivo.
"Dime a quién amas," escribió Houssaye, "y te diré quin eres."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya...me ha dejado de piedra y es que es verdad que en el 90% de los casos las personas, hombres y mujeres, hubieran seguido a la belleza ciegamente pero a veces si te guias por tu corazón y distraes a tus ojos por un momento puedes acabar encontrando algo más hermoso aun.

.No se vivir solo con cinCo senTidoS.